El invierno duraba tres años. Incluso las mañanas tenían sabor a noche. Podías mirar por la ventana y convencerte de que el horizonte era de cristal, y menuda decepción.
Solemos intentar describir las cosas diciendo “la vida es” y lo completamos con momentos y verbos que nos importan.
Sin embargo hay personas que desaparecerán sin saber lo que es amar, con todas las locuras que conlleva. Hay personas que desaparecerán sin saber lo que es odiar, sin saber cómo saben las lágrimas de rabia.
Tendríamos que empezar a gritar con las manos y escribir nuestros pensamientos en notas sobre un pentagrama.
Pero un invierno que dura tres años no hace más que dar razones para esperar el verano.